La Caja de Reliquias

Estaba oscuro. Aun así, sentía que veía, aunque borroso. Me sentía pesado en mis movimientos, pero mi mente era liviana. Traté de tantear algo, encontrando que tampoco podía moverme mucho, ¿Estaba encerrado?

Traté de golpear lo que sea. Era una caja de madera. Como esas cajas selladas que se llevaban los barcos. Incluso debajo de mí había una sensación de algo mullido, Como esas cajas de reliquias que las envolvían en materiales para que no se rompieran. ¡Cómo las reliquias del Antiguo Egipto o la antigua Grecia! Me reí un poco y mientras más pensaba más estruendoso reía. Escuché entonces ruidos de afuera de esta pequeña caja de reliquias que ahora guardaba mi frágil cuerpo por la enfermedad.

"¡Eso! ¡Eso era!" pensé. Estaba enfermo y constantemente buscaban formas raras para curarme. En un momento dejé de moverme y me metieron en esta caja. Habían puesto en mí muchas medicinas y me dormí un poco. Recordé que sonaba una melodía cuando me pusieron aquí. Intenté golpear la caja como pude, ya estaba teniendo hambre. Escuché un grito horrorizado, asustándome. Pronto escuché unos pasos enloquecidos. Empecé a gritar sin darme cuenta, ahora me asfixiaba. Había humo en el aire.

"¿Un incendio?", pensé. Pero no era madera quemada, había un aroma a incienso. En el monasterio donde me trajeron para vivir hasta que me curase, no había mucha madera porque la estructura era casi toda de piedra. Tal vez solo limpiaban la habitación de espíritus o demonios como ellos creían siempre por su religión. Llamé nuevamente; el hambre, la sed y el frío me estaban molestando mucho. Después de pasar tanto tiempo me había acostumbrado a la oscuridad y pude ver un poco mi piel: pálida y un poco demacrada. Necesitaba una manta para tomar calor, por lo que grité para que me sacaran o me dieran abrigo.

Por fin, mis sentidos se aclararon más y oí mi voz, sentí mi lengua y mandíbula duras, solo salió un alarido, Como de cerdo que le están matando. Escuché gritos y murmullos extraños así como sollozos. Agudicé el oído más: oí oraciones. ¿Era esta la hora de orar? Hice más esfuerzo para moverme, solo consiguiendo sacudirme. No sucedía nada. Enloquecido seguí con el movimiento escuchando palabras insólitas:

━¡Sal de ahí criatura!¡Sal de ahí demonio!

Estos gritos fuera de la oscuridad seguían agravándose. Nuevamente, ya enardecido, grité aunque mi boca no articulase nada. A pesar de mi esfuerzo, aún tenía adormecido el cuerpo y mente. Golpearon la caja con fuerza y percibí sonidos extraños. Tintineos de campanas pequeñas, casi sonaban como cascabeles. Entre mis gritos y los gritos ajenos, algo crepitaba.

“¿Qué sucede? ¿Dónde estoy? ¿Qué es ese olor?”

Note una tela fina. Un velo que me cubría. Era una mortaja. ¿Estaba en una tumba?

Más fuerte fue mi desesperación. Noté que la caja hecha a mi medida ahora se hacía cenizas conmigo. El fuego se extendía por la madera rápidamente. Grité de dolor: tampoco hubo respuesta.

Desde mi tumba, solo se oía el tintineo de los cascabeles y los gritos entramados con el incienso y humo, que quemó cada rincón y hueso que alguna vez habitó o existió en esta caja.

 


Escrito el 31//03/23

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