Desperté en el baño.
En la escuela.
En aquel inodoro atado de manos y pies.
Miraba el lavabo donde estaba sucediendo algo que no comprendía a falta de visión, deberían ser un poco mas de las 3 AM.
Era un reto. Habíamos jugado al truco, y claramente perdí. Luego se sorteó al acompañante por supuesta ‘seguridad’, mas era una fachada con la cual podrían molestarme por el testigo. Tenía, después de todo, fama de cobarde, y el tener una persona para confirmarlo era la idea del acompañante. Me querían hacer la vida escolar imposible. Fue entonces, que estábamos aquí, de noche frente a la institución.
3 AM. Se decía que la escuela antes había sido casa de un loco que le gustaba descuartizar jóvenes, beber la sangre caliente y bañarse luego en ella; sobre todo en invierno, donde la calidez le regocijaba al percibir las sensaciones que le producía el líquido. La policía logró atraparle por denuncia de un alumno, que terminó por matar al viejo sin querer. Es así que surgió la leyenda urbana en la que ese hombre persigue aún como fantasma a los alumnos buscando quien le mató.
No creía esa historia por mi propio bien.
Habíamos cruzado el muro de la institución cerca de las 3 AM, donde supuestamente el mundo humano y el espiritual se conectaban y traspasaban. Caminamos por los pasillos con las llaves que lograron copiar a la portera tintineando ruidosamente en la mano de quien me acompañaba, silbando con diversión. Los pasillos oscuros eran terroríficos, la luz tenue de la luna iluminaba algunas zonas a causa de las ventanas y, era suave, tanto que requeríamos de linternas. Iba al frente revisando esquinas y salones mientras mi acompañante hacia chistes de mal gusto, solo para asustarme y después decir que yo era un miedoso sin remedio.
— ¡Ey! Escuché algo en la esquina ¿Será el fantasma de viejo loco ese? –rio estruendosamente mientras empujaba mi espalda para que revise en la esquina de preceptoría.
— ¿Hola?
Me respondió el sonido metálico de la linterna golpeando el suelo. La luz vibró momentáneamente. Giré sobre mis talones nombrando, llamando, gritando el nombre. Mas no hubo alma que respondiera. Me acerqué lentamente al aula donde se encontraba la luz de la linterna, con el sonido de mis pasos vacilantes rebotando sordos entre las paredes blancas del pasillo y aulas, y mi respiración agitada parecía inundar mi cabeza junto al eco inevitable del lugar. Más me acercaba, más distinguía el sonido de un leve forcejeo en la habitación contigua.
No había nadie, no al menos vivo. Por que ahí estaba, el loco sosteniendo a mi acompañante en el suelo, retorciéndose, temblando con los ojos desorbitados y blancos, creando una expresión horrorosa como la visión del fantasma traslucido en la luz.
En el baño, en el retrete, mis ojos por fin veían mejor. El viejo no tocaba el suelo. Sus pies se esfumaban, se desvanecían antes de llegar al piso. Su cuerpo ya no era traslucido, pero brillaba levemente, permitiendo ver una carne putrefacta, la falta de músculos dejando ver huesos, y ropas desvencijadas. Y ahí se encontraba, bajo la canilla del lavamanos, una mano sobresaliente. El suelo, poco a poco había comenzado a gotear por estas aparentemente lleno el recipiente del líquido. No pude ver lo que me imaginaba, por que no me interesaba mas que huir. Hacía fuerza con las ataduras de mis manos que estaban detrás de mi espalda. El ente había tomado mi navaja y cortaba algo delante de él, para luego mojarse con ese líquido brillante de aroma metálico. Por el forcejeo, logre dislocarme el dedo pulgar, reprimiendo un gemido de dolor. El muerto no se dio la vuelta, soltando suspiros de placer al mojarse con la sangre.
Logre deshacerme de las ataduras de manos y pies, oyendo el inquietante placer mortífero del viejo. Las llaves en el suelo, relativamente cerca de mi brillaban tentadoramente. Lento me incorporé y las tomé rápido, provocando un estallido pequeño que llamó al ser, mas corrí antes que reaccionara mejor. Por suerte estaba en el primer piso. Sentía el frio escalofriante en mi espina dorsal, mas no mire atrás para ver si algo me seguía. Por el rabillo del ojo, veía sombras de formas terribles en las paredes, mas aso omiso hice. Llegué a las escaleras, bajando de tres en tres. Pude ver entonces arriba al viejo que grito con furia, tirándose para atraparme. Reaccionando lo mejor que pude, me tire por os pocos escalones que quedaban; a pesar del dolor, me levante más rápido que una hoja al viento hasta la salida. Hasta el muro que salté sin problemas. Llegué a mi casa, alarmando a todos en ella. Preocupados por mi aspecto, parecido a un hombre que se enfrentó al diablo.
Por mi conmoción, informé al otro día, luego de haberme acobardado de ir a la escuela esa mañana. De lo único que me enteré, fue que, en el baño del primer piso, los lavabos estaban inundados de sangre y restos de quien me acompañaba. Dándole más fama a la leyenda del viejo loco que busca al alumno culpable de su muerte.
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